sábado, 9 de octubre de 2021

EL PODER DE LA PALABRA DE DIOS.

 

El Poder de La Palabra de Dios




Muchas veces los teólogos han sido nuestros ene­migos. Ellos han hecho de la verdad una filosofía; han convertido la Palabra de Dios en dogma y en credo cuan­do debería haber sido como si el Maestro estuviera aquí hablándonos.

La Palabra nos habla a nosotros como Jesús hablaría si estuviera aquí. Ella tomó Su lugar. Ella tiene la misma autoridad, como Él la tendría si estuviera aquí.

Cuando tomamos la Biblia, sería bueno recordar que es el Libro que contiene Dios en él, con vida en él, un libro en el que Dios habita.

La Palabra es siempre Ahora. Ha sido, es y será la voz de Dios. Nunca envejece. Siempre está fresca y nueva.

Para el corazón que está en comunión con Dios, la Palabra es una voz en tiempo presente, viva, que provie­ne del cielo.

 

La Palabra es como el Autor — eterna, invariable y viviente.

La Palabra es emanación de Dios, la mente de Dios, la voluntad de Dios.

La Palabra es Dios hablando. Es parte de Dios mismo. Permanece para siempre.

Dios y Su Palabra son uno.

Jesús era el Verbo — la Palabra — y El vive en mí; yo leo la Palabra; me alimento en la Palabra, y la Pala­bra vive en mí.

Cuando quiero más de Él, me alimento en la Pa­labra.

Si deseo saber más de Él, aprendo más de Su Palabra.

Sostengo su Palabra en mi mano. La tengo en mi co­razón. La tengo en mis labios. La vivo. Ella vive en mí.

La Palabra es mi sanidad y mi fortaleza. Es para mí el Pan de la vida. Es la habilidad misma de Dios en mí.

La Palabra vive con la Vida de Cristo. Todo lo que Él es, lo es Su Palabra.

La Palabra es mi confesión. Es mi luz y mi salvación. Es mi descanso y mi cabezal.

La Palabra me da tranquilidad en la hora de la con­fusión y me da victoria en la hora de la derrota. Me da gozo cuando la desolación reina.

No trate a la Palabra como si fuera un libro cualquiera

Una de las costumbres peligrosas que la mayoría de los cristianos tienen es el tratar a la Palabra de Dios como si fuera un libro común.

En un momento declaran que creen que es la revela­ción de Dios, sin embargo, acuden por auxilio al brazo de la carne cuando la Palabra ha prometido liberación completa

Tratan a la verdad de la redención como si fuera una ficción hermosa.

Leen artículos acerca de la Palabra. Cantan alabán­dola, sin embargo viven bajo el dominio del adversario, confesando continuamente a la enfermedad, la escasez, el temor, la debilidad, y las dudas ante esta revelación de parte de Dios que presenta nuestra redención, el sa­crificio substitutivo de Cristo, y la verdad de que Él está sentado ahora a la diestra de Dios, habiendo consumado la obra que satisface perfectamente las demandas de la justicia divina y llena toda necesidad de la raza humana.

Leemos de nuestra redención; cantamos acerca de ella, y luego hablamos de ella como si fuera solo una fábula.

Esta es la razón de la gran cantidad de enfermedad, debilidad, temor y dolencia en la Iglesia (el cuerpo de Cristo) hoy día. Es por esto que el Cristiano promedio no manifiesta confianza, sino temor a cualquier ame­naza de Satanás.

Todo esto Podría ser cambiado inmediatamente si el mundo Cristiano diera a la Palabra el mismo lugar que daría a Cristo si El estuviera físicamente en nuestra Presencia.Él me está hablando

Un minero yacía moribundo en las montañas .del estado de California, Estados Unidos. Una señora Cris­tiana le leyó Juan 3:16. El abrió sus ojos y la miró, preguntándole: "¿Está eso en la Biblia?"

"Sí", dijo la señora.

"¿Se refiere eso a mí?"

"Seguramente", ella le aseguró, "se refiere a usted".

El permaneció así por un rato, luego preguntó: "¿Ha dicho El algo más?"

Y ella le leyó Juan 1:12: "Mas a todos los que le reci­bieron, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios". Lue­go añadió suavemente: "El le habla a usted".

El hombre abrió los ojos y susurró nuevamente: "Yo le acepto. Estoy satisfecho". Luego falleció.

Un Cristiano dijo: "Quisiera saber si El se refería a mí cuando nos dio Isaías 41:10: 'No temas, porque yo estoy contigo; no desmayes, porque yo soy tu Dios que te esfuerzo; siempre te ayudaré, siempre te sustentaré con la diestra de mi justicia'. ¿Se estaba refiriendo a mí?"

Jeremías 33:3: "Clama a Mí, y yo te responderé, y te enseñaré cosas grandes y dificultosas que tú no conoces". ¿Está hablándome a mí? ¿Puedo yo reclamar esto?

Isaías 45:11: "Mandadme acerca de Mis hijos, y acerca de la obra de Mis manos". ¿Puedo reclamar esto como mío? ¿Es para mí?

Juan 15:7: "Si permanecéis en Mí, y Mis Palabras permanecen en vosotros, pedid todo lo que queréis, y os será hecho". ¿Fue esto escrito para mí? ¿Quiere decir que yo puedo clamar a Él y que me oirá?

Sí, todas estas promesas son tuyas. Es como si tú fueras la única persona en todo el mundo y que Él lo estuviera escribiendo todo para tu propio beneficio.

Juan 16:24

"Hasta ahora nada habéis pedido en mi nombre; pedid, y recibiréis, para que vuestro gozo sea cumplido".

Eso es tuyo. No hay dudas de que te pertenezcan. Es tan tuyo como lo es ese cheque hecho para ti y firma­do por ese hombre de negocios. Ese es tu cheque. Puedes cambiarlo en la tienda o en el banco.

Pero ese cheque no es más tuyo de lo que lo son estas promesas escritas en este Libro maravilloso.

Cuando en la necesidad, puedes confesar confiada­mente: "Mi Dios, pues, suplirá todo lo que os falta conforme a Sus riquezas en gloria en Cristo Jesús" (Fil. 4:19).

Cuando estás enfermo, puedes confesar confiada­mente: "Por cuya herida fuisteis sanado" (I Pedro. 2:24).

Fe en la Palabra de Dios es fe en Dios. Si quieres edificar la fe en Dios, aliméntate en Su Palabra.

Incredulidad en la Palabra de Dios es incredulidad en Dios mismo.

Cuando creas en la Palabra de Dios, entonces la con­fesarás con gozo.

Nuestra actitud hacia la Palabra de Dios lo deja todo asentado.

Enfréntate a Satanás con: "Escrito está", y toda su enfermedad, dolencia, dolor y síntomas tendrán que dejarte.

Di lo que Dios dice. Satanás nunca puede soportar eso.

El es un enemigo derrotado, y lo sabe. Lo ha sabido desde que Jesús se levantó victorioso de la muerte y del infierno.

Siempre ha buscado evitar que la Iglesia haga este descubrimiento.

Siempre ha obedecido el mandamiento de los hom­bres que han usado la Palabra de Dios en contra suya, y todavía hace lo mismo.

Cuando encuentra que hemos descubierto el secreto de usar: "Escrito está", su rendimiento es seguro, y él lo sabe.

Confiesa lo que Dios Dice

"Envió Su Palabra, y los sanó" (Sal. 107:20) es para tu caso en particular. La Palabra te sanará.

Confiesa la Escritura de esta forma: "Dios envía Su Palabra y me sana". Luego alábale por tu sanidad.

Lo que Dios hará por uno, lo hará por todo aquel que cree en Su Palabra.

Cuando confiesas la Palabra de Dios, tu confesión te trae sanidad.

Cuando confiesas tu enfermedad, tu confesión te mantiene enfermo.

Siempre confiesa la Palabra de Dios. Aun cuando tus "sentimientos" sean contradictorios, confiesa la Pa­labra.

La confesión de la Palabra de Dios siempre gana. Su Palabra sana hoy.

La mantención firme de tu confesión 'de sanidad cuando el testimonio de tus cinco sentidos te contradice, muestra que has venido a estar establecido en la Palabra.

La Palabra es siempre la victoriosa.

Cuando declaras: "Por Sus heridas soy sanado", esto ata las manos de Satanás. El está derrotado, y lo sabe.

La Palabra de Dios es el arma mayor sobre la tierra para usar en contra de Satanás.

Durante la gran tentación en el desierto, Jesús no trató, de derrotar a Satanás con otra cosa que: "Escrito está".

Esa fue el arma que Jesús usó cada vez que Satanás buscó derrotarlo.

"Escrito está", dijo Jesús, luego citando de las Escri­turas lo que Dios había dicho. ¿Cuál fue el resultado? "El diablo entonces le dejó; y he aquí vinieron ángeles y le servían" (Mt. 4:11). Esa fue la victoria última. Satán fue totalmente derrotado.

La única arma que Jesús usó fue la Palabra. Ella siempre conquista.

 

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